jueves, 22 de diciembre de 2016

Recuerda: ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966)



Nuestro proyector de cine vuelve a iluminar las letras de “Recuerda”, esta vez para hablaros de este clásico del cine, ‘¿Quién teme a Virginia Woolf?’ (1966), dirigida por Mike Nichols. Como en anteriores ediciones, tened en cuenta que hablaremos de la película con los temidos spoilers, así que, como siempre, recomendar leer la entrada una vez la hayáis visto.







Me considero una gran deudora del cine clásico, y esta era una de las innumerables víctimas a las que aún tenía que hincar el diente. Hace unos meses cumplió 50 años por lo que fue recordada en varios medios que se dedican al cine, y me propuse que antes de que terminase el año debería verla, para rendirle esa especie de homenaje. Antes de que tristemente falleciese, hace dos años, el director más teatral que cineasta Mike Nichols se encargó de dirigir una de mis películas favoritas, ‘Closer’ (2004). También tiene en su haber títulos como ‘El graduado’ (1967), a la que algún día podríamos dedicarle un “Recuerda”, o ‘La guerra de Charlie Wilson’ (2007), así que entré a esta con unas expectativas muy grandes, ya que fue su primera película como director de cine, y con la cual consiguió 5 Premios Oscar.

Basada en la obra teatral del mismo nombre, la película se abre con una calma inusitada, mientras una pareja se dirige a su casa por la calle en la noche, y de fondo suena la melódica música de Alex North, algo que contrasta drásticamente con la dinamita que ambos protagonistas se encargarán de ir detonando poco a poco una vez entran en la casa. Martha y George son un matrimonio maduro, con personalidades autodestructivas que, tras una fiesta de una noche de sábado, invitan a una pareja de recién casados a tomar unas copas con ellos. La joven pareja será testigo de las humillaciones y de los crueles juegos de sus anfitriones, todo esto regado con litros de alcohol que en el estómago se convertirá en una bilis, que será repartida en dos horas de metraje, en la que se sacarán a relucir los trapos sucios tanto de unos como de otros.



Ernest Lehman es el encargado de convertir la obra teatral de Edward Albee en guión, con unos diálogos con los que nos damos cuenta que esta pareja se ha odiado la mayor parte de lo que ha durado su matrimonio. Somos testigos, primero asemejándonos a la pareja de invitados, y después como meros voyeurs, de sus dardos envenenados, pero sin llegar a ser soez, lo cual nos podría haber expulsado de la película. Al contrario, invita al espectador, así como a su inteligencia y curiosidad, a descifrar en todo momento qué se esconde tras las lindezas que se dedican, a leer entre líneas, a querer desnudar esas capas bajo las que se encuentran los personajes. Es una película que es muy difícil de seguir sin que te afecte, y una vez que la terminas, te notas destrozado, con ganas de descansar, tú eres otro títere que ha acabado sin cabeza. El desenlace no deja esperanza alguna, ni da ninguna resolución a las situaciones vividas durante esa noche, ya que sabes que al día siguiente, este matrimonio volverá a subirse al ring y a destrozarse entre sí. En cuanto al matrimonio joven, que ya ha dejado entrever que tienen diferencias entre sí, podemos dilucidar que se convertirá algún día en un reflejo de sus anfitriones. 

Las interpretaciones que nos dejan los actores son magníficas, con una Elizabeth Taylor, que tuvo que interpretar a una mujer 20 años mayor que ella, en estado de gracia, aunque por la circunstancia del blanco y negro no podamos disfrutar de sus indescriptibles ojos "violeta", no dejan de ser menos expresivos, y no en vano recibió su merecidísimo Oscar. Galardón sin el que se quedó Richard Burton, que también está espléndido, siendo el miembro que lleva mejor la calma y el tono más jocoso, pero su pronunciado acento inglés, cuando el personaje se suponía americano, no convenció a los académicos. La actriz secundaria que también recibió el hombrecillo dorado fue Sandy Dennis, por su interpretación como invitada pasada de copas que da el tono cómico a una situación que rebosa tensión por todos sus poros. Sin desmerecer en absoluto la interpretación del recién llegado profesor de Biología George Segal. En general todos están bien, pero Taylor y Burton, casados en la vida real, están tan inmensos que parece que atravesaran la pantalla para destrozarse en el salón de tu casa, en lo que sería su cuarta película juntos de las once totales en las que coincidirían. Además de los dos Oscar ya comentados, se llevó el de Fotografía B/N, Dirección de Arte y Diseño de Vestuario.



Y, como siempre, os dejo algunas de las curiosidades que he encontrado:

  • En la película Liz Taylor hace una imitación exagerada de Bette Davis en la película ‘Más allá del bosque’ (1949), más específicamente de la línea: “¡Qué cuchitril!”. Cuando le preguntaron a Davis por ello, insistía en que no lo decía en ese tono tan exagerado, cosa que es demostrable. Sin embargo, siempre que le pedían que volviera a recitar la frase más tarde, lo hacía en el tono que Taylor lo hace en esta película, “había que imitar a los imitadores”, decía.

  • Elizabeth Taylor consideraba que su actuación en esta película era la mejor de toda su carrera.

  • El título que da nombre a la película está inspirado en la canción Who’s afraid of the Big Bad Wolf, de ‘Los tres cerditos’, cambiado aquí para hacerlo más intelectual con ese juego de palabras.

  •  En la escena que ocurre fuera del bar, George empuja a Martha con violencia y se golpea en el capó. Richard Burton en realidad empujó a Elizabeth Taylor demasiado fuerte, y el sonido que se oye al golpearse es real. Taylor se toca la cabeza y jadea con visible dolor, pero sigue con la escena con la voz agitada. Mike Nichols decidió dejar la escena tal como estaba en lugar de volver a rodarla.


Y tras tantos halagos, la claqueta cinegética sólo puede darle un sobresaliente:      
9/10

Me despido con dos escenas de la película que se han convertido, de un modo u otro, en clásicas instantáneas para mí y que seguro que lo serán para muchos de los que la hayáis visto:


Y aquí la anécdota que os he comentado de Bette Davis:


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